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sábado, 30 de septiembre de 2017

Mudanzas de cine

El cine cuenta historias de todo tipo que abarcan infinidad de temas, desde los más prosaicos hasta los más elevados. Y entre medias, hay de todo un poco. Mudarse de casa es algo que todo el mundo hace o ha hecho en mayor o menor medida, en algún momento de su vida, y el cine no es ajeno a ello. Vamos a verlo a través de cuatro títulos de diferentes épocas.

Los Blandings ya tienen casa (Mr. Blandings builds his dream house, H.C Potter, 1948) es una comedia protagonizada por Cary Grant y Myrna Loy. Un matrimonio acomodado de Manhattan, decide comprar una casa en las afueras para alejarse del bullicio de la gran urbe. Sin embargo, la casa, prácticamente, hay que reconstruirla entera y eso le traerá más de un quebradero de cabeza a los protagonistas.

Descalzos por el parque (Barefoot in the park, Gene Saks, 1968) es una comedia protagonizada por Robert Redford y Jane Fonda, que han sido noticia recientemente por recibir sendos galardones a sus respectivas carreras en el Festival de Cine de Venecia. En esta película de 1968, interpretaban a una joven pareja de recién casados que se mudan a un apartamento muy pequeño, que además es el último piso y sin ascensor. Les secundan Charles Boyer, como un pintoresco vecino, y Mildred Natwick en el papel más divertido y entrañable de la película, interpretando a la madre del personaje de Jane Fonda.

Esta casa es una ruina (Money pit, Richard Benjamin, 1986) es una de las muchas producciones juveniles de Steven Spielberg en los 80. Protaniza Tom Hanks, antes de convertirse en un actor serio a la caza del Óscar, y Shelley Long. Les acompaña Alexander Godunov, a quien se había visto ataviado como un Amish en Único testigo y se convertiría posteriormente en el violento terrorista Karl de La jungla de cristal. Esta casa es una ruina nos presenta a una joven pareja que compra una gran casa a precio de ganga, pensando que con par de arreglos pueden tener una vivienda estupenda, pero los arreglos que requiere y las trampas que la casa tiene, sobrepasa todas sus expectativas. La película está cargada de ironía social, en la que los jóvenes profesionales, preparados, formados y demás, parecen unos pringados frente a los carpinteros, fontaneros, pintores y demás profesionales de la construcción, que marcan los ritmos de trabajo, ponen sus reglas y conducen coches de alta gama.

Ático sin ascensor (5 flights up, Richard Loncraine, 2014) es una agradable comedia crepuscular sobre una pareja que llevan toda la vida juntos en un quinto piso sin ascensor y debido a la edad, se plantean mudarse a un edificio más moderno. Protagonizan Diane Keaton y Morgan Freeman. La película plantea cómo cambian las cosas con el tiempo, a través de la mirada de estos veteranos personajes que han hecho su vida en un barrio que, a la postre, se les antoja irreconocible.

lunes, 4 de septiembre de 2017

El gringo que siempre cumple: Barry Seal

Poner en evidencia las chapuzas, miserias y corruptelas del sistema, a través de historias reales expuestas en clave de humor gamberro, es una fórmula que suele dar buen resultado en la gran pantalla. Es el reverso oscuro de aquellos que nos venden una sociedad feliz, trufada de corrección política ante las leyes y normas para tener controlado al ciudadano medio, mientras las auténticas fortunas y operaciones que mueven el mundo, transcurren en una realidad paralela mediante el narcotráfico y la participación encubierta en conflictos armados.

Con esta mezcla de realidad, humor y denuncia, el mensaje llega al espectador, pero además, se puede pasar un buen rato en el cine en vez de salir de la sala deprimido por abrir los ojos ante la charca emponzoñada en que vivimos. Posiblemente, ese sea el secreto del éxito de este formato. Casos como El señor de la guerra, de Andrew Niccol, o Juego de armas, de Todd Phillips, son buenos ejemplos de esta tendencia.

Siguiendo esta estela, el director Doug Liman, conocido especialmente por El caso Bourne, nos trae ahora una historia real sobre el tráfico de armas y drogas con Barry Seal, el traficante (American made), con Tom Cruise de protagonista, que hace gala de su carisma y buen hacer habituales. Actor y director vuelven a trabajar juntos tras Al filo del mañana.

El personaje protagonista es un piloto de la TWA, cuya gran pericia, y afición al pequeño contrabando, posiblemente para salir del hastío que le producen los rutinarios vuelos comerciales a un talentoso aviador como él, llaman la atención de la CIA, que reclama sus servicios para operaciones de espionaje en Centroamérica. Durante sus vuelos en esas latitudes, es interceptado por el entonces incipiente cártel de Medellín, para el transporte de cocaína a Estados Unidos. Le llamaban " el gringo que siempre cumple" y es que Barry nunca dice que no. Al principio, acepta el dinero, cualquiera que sea su procedencia, por algo por algo tan noble como mantener a su familia, pero en algún momento, se le va de las manos.

Este es el punto en que la película plantea un interesante debate: ¿héroe o villano? La catadura moral del protagonista es más que cuestionable. Sin embargo, es un tipo que no es proactivo en buscar el meterse en líos. No busca hacer lo que hace. No perpetra operaciones por su cuenta. Son los demás quienes, por aprovechar sus cualidades, le hacen proposiciones indecentes, y él se limita aceptarlas. Se lleva bien con todos, a cualquier lado de la ley. Recuerda en cierto modo al personaje de Clint Eastwood en Por un puñado de dólares, solo que en esta ocasión no se trata del salvaje oeste ni de una historia de ficción, sino de un tipo real a finales del siglo XX.

La película goza de un ágil ritmo narrativo y una espléndida ambientación de la época. Los hechos relatados transcurren entre 1978 y 1985. Buena música, y correcta fotografía, además del grafismo retro de los títulos de crédito, son los elementos utilizados con eficacia para transportarnos de nuevo a aquellos años.